Sahel significa costa y nombra al espacio geográfico, del Atlántico al Mar Rojo, que comunica el sur del Magreb con el África subsahariana. En gran parte desierto y población esencialmente nómada, fue ruta comercial del norte al sur. Ahora se ha convertido en un polvorín, devastado además por la sequía. De las cerca de 10 millones de personas que habitan esta región, la mitad son mujeres. Trabajan la tierra, buscan y transportan agua, cuidan el ganado y se ocupan de sus familias. Su acceso a la educación y a la salud es mínimo y padecen las primeras los traslados forzosos de la población en las disputas armadas, como ahora en Malí. Son heroínas en medio de los conflictos. Tienen mucho por ganar y se implican en esa tarea. En redes y organizaciones propias, levantan su voz frente a las injerencias extranjeras y al extremismo religioso. Reclaman su intervención en la política y la resolución pacífica de los problemas de sus países. Se agrupan para adquirir la propiedad de los campos y los pozos del agua y extraer de la tierra los alimentos que necesitan para sobrevivir. Su participación es imprescindible en el desarrollo humano del Sahel.