Las residencias de la nobleza tudelana en los siglos XVII Y XVIII suponen un importante y, hasta ahora, casi desconocido conjunto patrimonial, equiparable a lo mejor del barroco navarro. Estas moradas son la imagen visible de un linaje y depositarias de su honor, por lo que se constituyen en un importante eslabón dentro de su carrera social. Su estudio conjunto con la heráldica, privilegios ostentados por sus promotores y capillas de patronato de la familia, aporta una visión social de la arquitectura que se une al análisis formal de su estructura, estableciéndose una tipología de palacio barroco para la Ribera de Navarra. Igualmente, se han localizado numerosos archivos particulares, bibliotecas de títulos nobiliarios y bienes muebles como retratos y tapices, los cuales salieron de la ciudad hace siglos.