Cuando la primera etapa de la adolescencia, que es la más complicada por toda la cantidad de cambios que se produce, ha pasado, creemos que todo está hecho, nuestros bebés ya son mayores, ahora es su turno de ser responsables y cuidarse a ellos mismos ¿o no?
Toda persona que está al cuidado de otra, sabe que esto no es así, todos necesitamos de otros para recibir opiniones, consejos o ayuda, y quien mejor que la familia, que nos quiere, apoya y siempre estará ahí. En esta etapa final de convertirnos en adultos, esta es la máxima para la familia, ser el faro que alumbre tanto en la costa como en el peligroso océano. Dando calidez, seguridad y ayuda siempre que se necesite. Dejarles alejarse, equivocarse, responsabilizarse,... es a veces lo que más cuesta, superar ese miedo, darles seguridad y confianza, va a ser la clave para que sepan enfrentarse al mundo.
El que acudan a la familia, en busca de ayuda o consejo, tanto si tienen 16 como si tienen 40 (cuando se cambien las tornas por ejemplo y sean los que tengan que cuidar de alguien) no es signo de debilidad o inmadurez, es signo de respeto y confianza, si se les da la oportunidad de crecer (alejarse) y al mismo tiempo se trabaja la comunicación para asegurar ese acercamiento.
El duro trabajo de cuidar a alguien no acaba nunca realmente, si quieres y te preocupas por otra persona, siempre habrá miedos e inseguridades que te harán errar en algunos momentos, pero no culpabilizarse, aprender y mejorar hará que todo al final salga bien. Llegará un momento en que los roles se igualarán y ya no valdrá comunicarse de la misma forma, ahora sois adultos los dos, hay que saber adaptarse a cada etapa evolutiva y lo que antes funcionaba irá cambiando, igual que la persona que tienes enfrente.
Al final los roles pueden cambiar tanto, que el que antes era cuidador ahora es el que necesita ser cuidado, esto generará mucho malestar por las dos partes si hay una negación de la nueva situación. Los puntos fuertes a seguir, siguen siendo los mismos, amor y respeto del ahora nuevo cuidador, aceptación y comunicación por parte de todo el entorno familiar.
La edad de inicio de la adolescencia ha ido disminuyendo en los últimos años, más o menos a los 12 años empezarán una serie de comportamientos que no entenderemos del todo, y serán un gran cambio tanto para él, como para todo el entorno familiar y social. Desde el cambio en los ciclos del ensueño, que hará que de noche no pueda dormir y de día se anden durmiendo por las esquinas, los cambios físicos, la forma de comer y de hablar, tanto el rendimiento escolar como las amistades pueden cambiar radicalmente. Las nuevas experiencias que implican una gran responsabilidad, que no habían tenido hasta ahora, pueden resultar sumamente peligrosas, como los primeros contactos con el sexo, el alcohol o las drogas. Para ellos, es el momento de explorar y probar todo lo que no habían hecho antes, para aprender por ellos mismos. Aunque dé un miedo atroz hay que dejarles equivocarse, porque sólo de los errores se aprende, intentando siempre estar ahí para asegurarnos que no sea nada irreparable y confiar que lo que les hemos enseñado hasta ahora, les den las herramientas y los conocimientos para afrontar las nuevas situaciones que se les plantean.