Poder reflexionar sobre el futuro de Europa es un lujo que quizá solo los alemanes se pueden plantear estos días. Para el común de los mortales europeo, el “futuro” ha pasado a ser aquello que ocurrirá en los próximos tres meses, no en los próximos diez años. Y ni siquiera para eso tenemos tiempo: incluso tres semanas ya parece un horizonte demasiado generoso cuando en realidad lo que solemos tener es unos tres días (a veces ni siquiera eso).